El documental, estrenado en 2019, está dirigido por Félix Zurita de Higes y producido por Alla Films y Luciérnaga. Zurita nos presenta las luchas de comunidades indígenas y campesinas contra tres grandes proyectos de plantas hidroeléctricas en tres zonas geográficas diferentes -México, Honduras y Guatemala-. Con un talento innegable, Zurita teje un relato repleto de testimonios de las tres áreas situándonos en medio de tres situaciones que comparten la misma tragedia: la destrucción del territorio por el beneficio de unas pocas personas. En esta plasmación de la magnitud del problema y de las consecuencias que sufren tanto la naturaleza como los seres vivos que la habitan, se repite un mensaje que acompaña todo el documental: el agua, para los habitantes ancestrales de estos territorios, es la vida; es la sangre de la tierra.
La domesticación de la naturaleza
El documental pone el foco en el concepto de extractivismo, mostrando sus dimensiones sociales, culturales y políticas. La apropiación de los recursos naturales y su comercialización, muy a menudo al extranjero, ha sido una práctica asociada al colonialismo desde sus inicios. Los últimos años, el concepto de extractivismo ha recibido una gran visibilidad, sobre todo con relación a la explotación intensiva de recursos, como es el caso de la madera, pero también con relación a la obtención de electricidad a partir de presas hidroeléctricas o incluso el turismo.
“En otros tiempos, antes de que los monocultivos de exportación acapararan tierras y agua, por estos lugares fluían ríos caudalosos. Hoy, más de la tercera parte del territorio de Honduras está concesionado a empresas transnacionales: monocultivos, minería, explotación forestal y sobre todo hidroeléctricas.”
Los procesos extractivistas, desde la toma de decisiones políticas, la construcción de las presas o toda la serie de consecuencias que se derivan, ejemplifican una concepción antropocéntrica de la naturaleza muy arraigada. Tal concepción va de la mano de una voluntad de querer dominar y civilizar la naturaleza, la selva. Desde un inicio, las acciones de los colonos sobre el medio eran vistas por ellos mismos como sinónimos de progreso y desarrollo; la selva era vista como un espacio salvaje que se tenía que domesticar. Un ejemplo de esta percepción la encontramos en varias secciones de la enciclopedia del conde Buffon, del siglo XVIII, donde se podía leer: “La naturaleza salvaje es horrible y letal y el ser humano es el único que puede convertirla grata y habitable” (Citado a Gudynas, 2010: 270). Pero no solo la selva era vista como un sujeto a civilizar, sino que sus habitantes también tenían que ser “domesticados” a ojos de los colonos, y si no se podía, tenían que ser eliminados (Aramburu, 1995: 93). Una concepción de naturaleza que, aunque haya sufrido cambios, perdura en la mentalidad de buena parte de la sociedad actual y que legitima la destrucción de todo un territorio para la construcción de grandes carreteras y presas. Así, hay una aproximación a la naturaleza y a los territorios de muchos pueblos indígenas desde una óptica productiva, propia de las sociedades industriales, y de un régimen jurídico que le es favorable.
Democracia y empresas: unas amistades peligrosas
La población indígena y campesina se ve como el freno del desarrollo económico de unos cuántos. El poder, pues, tiene que sobrepasarla e instaurar su voluntad y visión del territorio. A través del uso de la palabra democracia y varios engaños, el gobierno toma las decisiones al margen de la mayoría de la población, mediante una política elitista que se mueve por los propios intereses de estos políticos y de las empresas. Lo explica muy bien uno de los hombres entrevistados en el documental cuando dice que a través del uso del término ‘democracia’ se les ha ido explotando, marginando y dañando, tanto a ellos como el territorio.
Teresa Santiago, una de las habitantes del pueblo de San Mateo Tiacotepec, de la Sierra Norte de Puebla (México), explica cómo el 16 de enero del 2016 llegaron al territorio los empresarios y empezaron a explorar la zona donde tenían pensado construir el proyecto. Y de nuevo se repitió una situación ya vista en muchas otras ocasiones: llegaron con falsas promesas y mentiras con la única intención de engañar la población local. El testigo de Teresa Santiago lo muestra claramente: “Ellos llegan a la comunidad y no preguntan antes de entrar. Llegaron sin permiso, sin platicar con nosotros, llegaron diciendo que iban a hacer una consulta engañando a la gente y prometiendo buenos trabajos y luz eléctrica. Algunos hermanos creyeron en ellos, pero nosotros teníamos información y sabíamos que no era cierto.”
Guatemala es también un ejemplo. Un país en el cual la destrucción ambiental no se para, llevada a cabo por empresas tanto nacionales como multinacionales, todas ellas amparadas por los gobiernos. En la Alta Verapaz, en medio de una de las zonas con más reservas acuíferas, gran parte del pueblo indígena maya ke’kchi’ no tiene acceso al agua potable y a la luz eléctrica.
“Uno tras otro, los ríos son “secuestrados” por compañías hidroeléctricas.”
El año 2012 las empresas empezaron a tomar el río y a construir toda una serie de presas hidroeléctricas y canales para desviar el agua de las comunidades que vivían ahí. Norma de la Cruz Ajkal explica que cuando entraron, nunca informaron ni consultaron a las comunidades si estaban de acuerdo o en desacuerdo con la construcción de una hidroeléctrica. Sigue: “No informaron a nadie, hicieron todo a escondidas. Nunca informaron al pueblo de Cahabón. La empresa está ofreciendo proyectos en las comunidades, está ofreciendo dinero, trabajo para la gente, pero el trabajo que ofrece no existe. Y eso ha dividido y ha hecho sufrir a la comunidad”.
Uno de los empresarios responsables de esta destrucción es Florentino Pérez. Bernardo Caal Xol, líder comunitario que en el momento del rodaje estaba encarcelado por defender el territorio, nos explica cómo detrás de la presa hidroeléctrica está la empresa de Florentino Pérez, que canalizó el río bajo tierra entre 30 y 40 kilómetros. El magnate no solo mueve los hilos, sino que ha visitado la zona un par de veces, una de las cuales regaló a Otto Pérez, antiguo presidente del país condenado a prisión, una camiseta del Real Madrid. Así, mientras políticos y empresarios se hacían regalos, se abrazaban y se tomaban fotos, las familias que vivían alrededor del río se quedaban sin agua.
La resistencia de las comunidades: entre la criminalización y la victoria
La privatización del agua y toda una serie de situaciones y acciones que conforman las políticas extractivistas, chocan frontalmente con las culturas autóctonas y con los intereses de muchos pueblos afectados, provocando una resistencia cada vez mayor. Las diversas voces del documental son claras a la hora de destacar que es indispensable la denuncia y la lucha constante contra estas empresas y sus prácticas extractivistas y destructivas. Una de estas voces pone sobre la mesa la necesidad de unir las comunidades afectadas, hablar, seguir informándose, seguir luchando y expulsarlos de sus comunidades. En otras palabras, harán todo lo posible para que no les roben el territorio que les dejaron sus antepasados.
“Con la construcción de centrales hidroeléctricas, los ríos y el agua también se han convertido en objeto de despojo y han disparado la violencia y criminalización”
En el Departamento de Atlántida, en Tela (Honduras), los habitantes se instalaron en un campamento próximo para evitar que continuaran contaminando el agua del río. Así, gente joven, ancianos, niños… se mantenían en asamblea permanente y pacífica y evitaban que la maquinaria, combustible y el material de construcción del proyecto hidroeléctrico pudieran pasar. La perseverancia de la población hizo que el 13 de mayo de 2017 la maquinaria de la empresa tuviera que retirarse y se suspendió la construcción de la hidroeléctrica. Ahora bien, la respuesta de los empresarios no se hizo esperar: el 4 de agosto del mismo año, unas cuarenta personas ajenas a la comunidad, armadas con machetes y acompañadas de la policía entraron al campamento con la intención de provocar y destruirlo. El resultado fue de 10 habitantes heridos y 25 acusados de delitos de usurpación.
En el departamento de Atlántida son ya 24 los ríos concesionados a proyectos hidroeléctricos, pero 19 de estos se han podido parar gracias a los movimientos de resistencia de las comunidades.
Las amenazas son constantes. El documental nos muestra como uno de los empresarios con proyectos en el Departamento de Atlántida se enfrenta a unos manifestantes pacíficos y les espeta: “es la última vez que me llamas sinvergüenza, sino te meto preso, ¿oíste?”. Volviendo al caso de Guatemala, Bernardo Caal Xol explica que mientras él y otros miembros de la comunidad resistían y luchaban para defender el territorio, se les estaban preparando un castigo: la prisión. Sabían que poniéndolo entre rejas posiblemente se pararían las protestas; pero no fue así.
La represión también está presente en uno de los campamentos que nos muestra Félix Zurita de Higes, el de Jilamito, en el municipio de Arizona. Aquí, Magdalena Díaz nos habla de su esposo, uno de los responsables de la instalación del campamento. En el momento de la entrevista, hacía un año y dos meses de su asesinato. Su nombre era Ramón Gabriel Fiallos Sirias. La reminiscencia de otras muertes acompaña la escena: de fondo, una pancarta con el lema “Berta vive”.
En toda esta serie de procesos, ya vistos como referentes de lucha contra grandes empresas, está la idea de la recuperación de los conocimientos ancestrales, de la sabiduría de las abuelas y abuelos de los que ahora se encuentran en pie de lucha. En el documental se expresa la necesidad de un retorno a “la sabiduría, las leyes antiguas, lo que venía de nuestros antepasados, la mayordomía, nuestras danzas y tradiciones, todo lo que hacemos y platicamos en grupo, como comunidad”. Bernardo Caal Xol, ya al final de la película, destaca que su fortaleza, la que lo empuja a seguir luchando día tras día, es la verdad, una verdad que viene dada por los conocimientos que le transmitieron sus abuelos.
Tanto la mirada al pasado como la esperanza de un futuro mejor sirven para articular estrategias de resistencia que poco a poco van dando sus frutos. En el tríptico de Félix Zurita de Higes, tres zonas geográficas distintas ven pisadas sus tierras y sus vidas por los intereses económicos de unos cuántos, que con toda una serie de proyectos extractivistas demuestran una concepción de la naturaleza y de sus habitantes muy similar a la de los primeros colonos que llegaron hace siglos. Así, por mucho que vayan pasando los años, los pueblos nativos tendrán que seguir en pie de lucha.
Fuentes consultadas
ARAMBURU, M. (1995) “La deforestación en la Amazonía”, Agricultura y Sociedad, 75, p. 83-114.
GUDYNAS, E. (2010) “Imágenes, ideas y conceptos sobre la naturaleza en América Latina”, a MONTENEGRO, L. (ed.), Cultura y naturaleza, Bogotá: Jardín Botánico José Celestino Mutis, p. 267-292.